Todos conocemos la popularidad de la música celta, seguramente uno de los estilos tradicionales nacidos en Europa que más ha trascendido e influido en músicas de todo el mundo. Y es que no sólo hay muchos aficionados a sus versiones más puras sino que sus formas, sus temas arquetípicos, se pueden encontrar en infinidad de canciones de muchos estilos, y evolucionan y perduran mezclándose con los de otros lugares del mundo.
El vídeo que presento hoy es uno de esos casos en los que un músico formado y crecido en la tradición gaélica escocesa sale del molde y explora cómo se transforman temas tradicionales cuando uno se aproxima a ellos con el espíritu de los músicos de jazz: improvisaciones, electrificación del sonido, liberación de las estructuras tradicionales. Y aún así seguimos sintiendo el espíritu originario, melancólico y nostálgico, sobre todo en el violín de Charlie Gray, interpretado con unas maneras muy escocesas aunque más espontáneas y libres de lo habitual, mientras que el piano de Joseph Peach le aporta profundidad a la armonía y un aire más contemporáneo. En mi opinión es una combinación irresistible, llena de sentimiento y delicadeza, una música reconocible y entrañable, pero también fresca e interesante.
Y es que Charlie Gray creció tocando música tradicional por influencias de sus amigos, su familia y su abuela, una legendaria «diva gaélica» (Ishbel MacAskill) y conociendo a algunos de los principales músicos folclóricos de Escocia. Pero además, ha explorado estilos como el Manouche, el bluegrass y el blues, que lo han llevado a perfeccionar su técnica de improvisación.
Por su parte, Joseph Peach, el pianista y compositor, nació en la ciudad de Achiltibuie, en las tierras altas del noroeste de Escocia. Estudió en el Real Conservatorio de Escocia, pero sus investigaciones musicales también incluyen música clásica y jazz, y es un apasionado del pianista y compositor escocés Ronald Stevenson.
De la maravillosa y sugestiva interpretación del vídeo no voy a comentar más, cada uno de vosotros probablemente encontrará por sí mismo unas emociones diferentes y personales, pero sí quiero mencionar un par de detalles que posiblemente os hayan llamado la atención: la técnica de sujetar el instrumento y el arco de Charlie Gray y las características de su violín.
Sobre el primer aspecto, alguno habrá pensado «qué técnica más mala»: la muñeca izquierda totalmente doblada, como un niño principiante, el instrumento inclinado hacia abajo, sin sujetarlo casi nunca entre la barbilla y el hombro, mientras que la mano derecha sujeta el arco apenas con la punta de los dedos, empleando muy poco el peso de la mano en la producción de sonido, y utilizando solo 2/3 de la parte superior, e incluso yo diría que tiene el pulgar por fuera de la nuez.
Pero es que la técnica para un instrumento tiene un sentido en el tipo de música y en las condiciones en que ésta se interpreta. Por un lado, Charlie está tocando un violín amplificado, con lo que muchas de las exigencias que nos han inculcado, que tienen como propósito la producción y proyección del sonido en un espacio amplio, no tienen sentido. Esto es común con el uso del violín eléctrico, en el que el volumen responde de una manera muy diferente a como lo haría un violín tradicional. Por otro lado, en este tipo de música no necesita realizar cambios de posición, ni vibrato. Su instrumento de cinco cuerdas tiene un alto rango de sonidos posibles y el estilo de música que está tocando apenas utiliza los agudos que obligan a las subidas. Así, la mano está más cómoda, fija y segura.
La mano derecha, por su parte, tampoco necesita ejercer mucha presión, tanto por la amplificación (nunca van a tocar en un gran auditorio sin enchufarse) como por el tipo de música, sin fortes, con matices suaves y delicados que se ejecutan mejor en la mitad superior del arco. Y además ésta es una característica habitual en los violinistas folk tradicionales: su espacio favorito para la interpretación es siempre la mitad superior del arco. Por estas razones, su agarre busca la delicadeza, la suavidad y exactitud en los movimientos rítmicos.
Así que nada, es algo para lo que reflexionar: si las exigencias técnicas del instrumento te agobian y tú lo que buscas es sólo tocar canciones populares, quizá deberías pasar de todas esas restricciones que vienen del mundo clásico y cuya razón de ser es que puedas tocar a Tchaikovsky impecablemente, y buscar la manera de tocar más cómoda, sencilla y efectiva posible. Aunque por otra parte, una buena técnica clásica en realidad vale casi para todo.
El otro detalle en el que quizás os habéis fijado es en el violín: cinco cuerdas y una forma curiosa, redondeada en la parte superior. Y es que no es, en rigor, un violín; el instrumento que Charlie está tocando es una especie de variación del Hardanger noruego. El Hardanger es como un violín tradicional pero algo más pequeño, y que suele afinarse más alto que éste. Además de las cuerdas normales, dispone de un juego de cuerdas adicional, que pasan por entre las patas del puente y vibran por simpatía con las cuerdas normales, lo que le da un carácter especial a su sonido.
Pero en este vídeo Charlie está tocando a su vez una variación del Hardanger, más grande que éste, para asimilarse al tamaño del violín convencional y a su registro de afinación, con una cuerda Do grave adicional que hace que pueda funcionar como viola, y con las cinco cuerdas simpáticas correspondientes.
Este instrumento fue concebido y construido por primera vez por el luthier Salve Håkedal a partir de una petición y unas ideas del músico Dan Trueman, y fue bautizado por su autor como Hardanger d’Amore. Desde entonces, parece que ha tenido un gran éxito en los ambientes folk y es muy solicitado. Entre los usuarios de este modelo se encuentra el también imprescindible fiddler irlandés Caoimhín Ó Raghallaigh, e incluso hay alguna foto en la que el mismísmo Pinchas Zukerman parece interesado por él.
Si estáis interesados en él, podéis verlo y contactar para encargarlo aquí. Por lo que he deducido, el instrumento anda por los 5.500€ al cambio.
Eso sí, no os garantizo que consigáis sonar de forma tan bella a como podéis escuchar aquí:
Me encantado el artículo, y la música. Me encantaría hacer sonar mi violín aunque solamente una cuarta parte de como toca, su instrumento.
Desde luego solo llevo un mes en clase pero a mis 41 años es placer disfrutar de la música como si fuera un niño pequeño.
Seguiré intentando arrancarle armonía a mi violín.
Gracias nuevamente por tu artículo.
Gracias por comentar Juanma, me alegra que te haya gustado. Y espero que este mes sea el primero de muchos con el violín y, por qué no, con Deviolines
Un cordial saludo