Seguro que vosotros también habéis conocido a personas con una facilidad pasmosa, casi humillante para aprender y realizar habilidades que al común de las personas les causa un gran esfuerzo. Son los casos de niños prodigio que en muy poco tiempo avanzan lo que a nosotros nos cuesta años, estudiantes que apenas ensayan y sin embargo van avanzando y tocando piezas cada vez más difíciles con una sonrisa en la cara como quien se toma un helado. Esa facilidad es lo que algunos llaman talento natural, o tener un don, haber nacido para ello, llevar el arte en las venas, estar iluminado… Pero también ocurre que a menudo esa facilidad produce desinterés, estancamiento, conformismo y la exhibición técnica sin más. Muchos niños prodigio, no sólo en la música, sino en muchas otras disciplinas, terminan siendo espectros de sí mismos, atrapados en su melancolía, sin parecer comprender por qué, lo que producía admiración y estupor cuando eran niños, ya no impresiona a nadie cuando son adultos. No les han inoculado a su técnica el ansia de ir más allá, de incorporar a su interpretación el contenido de una emoción más profunda, de la comprensión de la música, de una experiencia vital compleja.
Pero hay otros superdotados que siempre avanzan y desde el principio hacen de su vida y de su arte casi una misma cosa. De esta clase de personas, alguien que me ha llamado siempre la atención es Stephane Grappelli. No me es difícil imaginármelo tocando de pequeño en la calle para obtener algo de dinero, siempre con una sonrisa en los labios. Porque esa es la sensación que me produce siempre su forma de tocar, la del disfrute en la interpretación, la alegría de tocar en compañía, la facilidad suavemente vertiginosa y sin resistencias de su arco.
Uno tiene la sensación de que él no piensa lo que está tocando, sólo mira lo que hacen sus manos, ellas solas subiendo y bajando, creando armonías sin cesar pero sin lucha, como un dejarse llevar… eso es lo que me da por pensar su fácil y elegante jazz.
El violín en el jazz.
El violín comenzó fuerte en los principios de siglo, con infinidad de músicos usándolo en las primeras melodías de blues y ragtime, continuando más tarde con los grandes del jazz: Joe Venuti, Eddie South, Michael Warlop (para algunos el más grande violinista de la historia del jazz) o Stuff Smith. Podría decirse que esa fue la edad de oro del instrumento en el jazz, porque más tarde fue decayendo en favor de instrumentos más sonoros hasta prácticamente principios de los años sesenta, cuando el público redescubre a todos estos maestros.
Aquí arriba escuchamos a Grappelli junto a Eddie South y Django Reinhardt. Vaya tres monstruos se juntaron para perpetrar esta estupenda y sacrílega reelaboración del doble concierto de Bach. Interpretación swing e improvisación swing sobre el primer movimiento del concierto en re menor para dos violines de J. S. Bach.
Pero ha sido Stephane Grappelli (no sin merecimientos por otra parte) el que se ha llevado la mayor parte de la fama, ayudado por la alargada sombra de Django Reinhardt, con el que compartió sus días más gloriosos en el «Hot Club Quintet de France».
Su «gypsy jazz» (hay que recordar los orígenes gitanos de Django), o también llamado, por su origen francés, manouche jazz, esa forma dulce, elegante y algo canalla que definieron no ha dejado de ser reinterpretada una y otra vez por infinidad de violinistas y grupos, y no ha muerto a pesar de las constantes evoluciones que el jazz ha producido, metamorfosis que lo han llevado incluso invadir los difíciles terrenos de «música culta», a través del free jazz o similares.
Biografía de Stephane Grappelli
Stephane Grappelli nació en París el 26 de septiembre de 1908. Huérfano de madre desde los 3 años, comenzó sus primeros contactos con la música en la escuela de la famosa bailarina Isadora Duncan, hasta que la Primera Guerra Mundial le hizo pasar cuatro años de penurias y pobreza, lo que él llamó su etapa «dickensiana».
A los 10 años su padre lo rescató del orfanato y comenzó su formación musical con el violín, estudió solfeo y acudiendo a conciertos de música clásica; Debussy y Ravel, etc.
Sus primeras actuaciones públicas fueron en la calle, recorriendo los patios de Paris para recibir el dinero que se arrojaba a los músicos desde las ventanas. A los 12 años se matriculó en el Conservatorio Nacional Superior de Música de Paris, donde durante sólo tres años recibió su única formación «seria».
A los 15 años su padre marchó a Estrasburgo y Stephane se quedó solo en Paris, viviendo de lo que ganaba en la calle. Cierto día le ofrecieron sustituir a un violinista segundo en una de las orquestas que por entonces amenizaban las películas mudas. Así estuvo tocando durante un año, durante el cual descubrió el jazz. Más tarde comenzó a participar en actuaciones de todo tipo: escuelas de baile, hoteles de lujo, etc.
En la década de los años 20 comenzó a tocar más el piano ya que era el tipo de trabajo que más abundaba. Conoció la música de grandes del jazz del momento como Louis Armstrong, Joe Venuti y Eddie Lang. Cuando llegó la época de la Depresión, se encontraba tocando el piano con una banda jazz llamada Gregor and his Gregorians. Y fue el líder de este grupo el que le convenció para que retornara al violín.
El momento decisivo
El encuentro que revolucionó la música de jazz sucedió así:
En 1931, Django Reinhardt se acercó a Grappelli en el Montparnasse jazz-and-tango club Le Croix du Sud, y le dijo que andaba buscando un violinista que tocara «hot» para una nueva banda que estaba formando. Grappelli rehusó en un principio a esta proposición aludiendo al «aspecto siniestro» como «de gangster sacado de una película americana» de Django, con «la piel color café con leche y el pelo grasiento y negro como el carbón».
Como se ve, en un principio ambos personajes parecían opuestos: un vividor de origen gitano, aires chulescos y una genialidad musical endiablada con un perpetuo cigarrillo colgando de sus labios frente a un bohemio pero más comedido Grappelli. A pesar de esa primera mala impresión de nuestro violinista, coincidieron de forma informal un par de veces y tocaron algunos temas, dándose cuenta de la gran afinidad que tenían improvisando jazz.
http://www.youtube.com/watch?v=2ZmA8gsBxIg
Así que se unieron oficialmente en 1934 y, junto a varios colaboradores, fundaron el mítico Hot Club de Francia, una extravagante (para la época) formación de tres guitarras, bajo y violín. El genio gitano de los solos de guitarra de Django y el delicioso swing de Grappelli se fundieron durante cinco años y se materializaron en unas cuantas grabaciones inmortales que definieron en gran medida el jazz de principios de la primera mitad del siglo XX.
La Segunda Guerra Mundial acabó con la formación, y dejó a Grappelli desorientado. Tocó en restaurantes, luchó contra enfermedades, acudió a programas de radio, realizó una gira, formó cuartetos y quintetos, apareció en programas de televisión de variedades. Cuando terminó la guerra, se centró en tocar en salas de baile y cabarets, que le proporcionaron un sustento más o menos constante.
Olvido y resurgimiento
Pero en aquel entonces, el «gypsy jazz» de Grappelli ya no estaba de moda. Durante los años 50 y buena parte de los 60 fue casi olvidado. Tuvo un breve resurgimiento a la muerte de Reinhardt, en 1953, por la moda que siempre valora a quien ha desaparecido, y también participó en grabaciones con uno de sus ídolos, el violinista Stuff Smith, quien tocaba en una banda junto a Oscar Peterson.
Desde entonces Grappelli ha participado en infinidad de «cumbres violinísticas». En 1963 grabó una sesión con el violinista danés Svend Asmussen y con Duke Ellington. En 1966, con el joven por aquel entonces Jean-Luc Ponty más de nuevo Asmussen y Stuff Smith.
Pero fue a partir de 1969 cuando fue encumbrado al lugar de honor que aun hoy conserva. Se volvieron a escuchar sus viejos temas y grabó con numerosos músicos, colocando muchos temas en las listas internacionales de jazz. Entre sus colaboraciones destacó la de Yehudi Menuhin, quien dijo de él:
«Es un hombre al que envidio casi tanto como quiero, puede tocar cualquier tema para expresar cualquier matiz, nostalgia, brillantez, agresividad, desprecio, con un velocidad y la precisión que producen incredulidad. «
Es curioso ver en este vídeo al gran maestro Menuhin, como observa a Grappelli, intentando improvisar con esfuerzo, mientras el francés toca con una despreocupación absoluta
Grappelli se convirtió a través de Menuhin en maestro y mentor de Nigel Kennedy. Parecía que el gran Grappelli seguía buscando un compañero musical con el que alcanzar las cotas musicales que vislumbró con Django. Alguien que le pinchara para tocar «hot» que lo llevara fuera de su deliciosa pero ya establecida y quizás estancada forma de tocar. Con sus eternas camisas hawaianas grabó con el violinista indio Submaraniam, con Didier Lockwood, el francés Jean Luc Ponty, el cellista Yo-Yo Ma, los pianistas Oscar Peterson, y Michel Petrucciani, y muchos más.
Seguramente tantos compañeros de viaje son consecuencia de la clásica promiscuidad musical de los músicos de jazz. Pero a mí me da por pensar que tal vez buscaba otro Django en cada colaboración.
Murió el 1 de diciembre de 1997.
El último álbum publicado de Grappelli se llama Djangology, un tributo a su mejor compañero musical, el que lo llevó a explorar sus límites como nadie nunca más volvió a hacerlo y al que tal vez añoró hasta el final.
En sus últimos días, el bueno de Grappelli aún estaba en plena forma, aunque obviamente ya sin el fuego de su época de juventud, y tocando de un modo menos punzante.
Algunos materiales
Minor Swing, este famoso tema de Django y Grappelli es uno de los más interpretados de la historia. Es muy sencillo y muy apto para improvisar. Os dejo la partitura del tema básico más el piano.
Minor Swing piano pdf |
Found at ebookbrowse.com |
Y el Fakebook de Django Reinhardt
hola!! muy buena la pagina..exelente.. le estoy dando gran uso!!
una pregunta..esa es la partitura del tema ese? porque la sigo con el audio y no coincide…o es una version mas tranqui a lo que toca grappelli?
gracias saludos!
Sí, es verdad, el problema es que está en otra tonalidad, la del vídeo es La menor y en la partitura está en Re menor. Intentaré buscar una partitura en La menor más aproximada al vídeo. Aunque hay que tener en cuenta que este tema es muy de improvisar, no de seguir una partitura estricta.
Gracias por el aviso Claudio
Recuerdo la impresión que causó el disco de Grappellu y Menuhin cuando me lo regalaron hace ya muchos años. La entrada es preciosa. Me sigue encantando