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Resulta que últimamente andaba yo bastante mosqueado con el desempeño de mi arco. Parecía no agarrar bien las cuerdas, que eran nuevas, así como la resina, de marca y modelo caro, y estaba ya temiendo tener que encerdarlo, cuando apenas tiene un año, o echarle la culpa a las cuerdas nuevas, un modelo que nunca había probado. Cogí el arco viejo, le apliqué un poco de resina y probé: parecía agarrar un poco mejor pero no del todo.
Pero de repente me acordé de una historia que me había contado el dueño de una tienda de violines unos meses atrás.
Este comerciante había vendido uno de sus arcos a un estudiante primerizo, un modelo conocido y garantizado que siempre había dado buenos resultados. Pero a los pocos días le llamó diciéndole que el arco no funcionaba. No es que fuera incómodo, estuviera torcido, es que no conseguía hacer vibrar las cuerdas absolutamente nada, se deslizaba como si nada. Incluso su profesora lo había intentado y aquello no iba. Así que se lo trajo a la tienda y, efectivamente, ese arco no funcionaba por más resina que le diera. Entonces se les ocurrió cambiar de resina y entonces sí, empezó funcionar. Y es que la resina que tenían había perdido totalmente sus características, de modo que no servía para nada.
A lo que voy es que las resinas caducan pero nadie les pone una fecha en el envase (idea para algún fabricante que lea esto), y nosotros somos unos tacaños que tiramos con el mismo trozo viejo que venía en el primer violín cuando éramos niños, resina que habrá perdido sus cualidades, por el paso del tiempo, por cambios extremos de temperatura, o por cualquier otra razón, y no nos damos cuenta de que nuestro violín cada vez suena peor.
Pensando en todo esto me compré una nueva resina, de marca más común, y el cambio fue instantáneo. La resina antigua estaba en mal estado y no cumplía bien sus funciones.
Así que si alguna vez notáis cosas raras en el sonido de vuestro violín probad primero a cambiar de resina, es lo más barato y lo más fácil de solucionar.