En una investigación realizada en París y Nueva York por investigadores de la Universidad Pierre y Marie Curie de París, dos grupos, de 55 y 82 oyentes respectivamente, bien formados musicalmente, participaron en la prueba a ciegas para decidir qué violines sonaban mejor de entre una serie de 4 nuevos y 3 Stradivaris.
Los resultados parecen inequívocos: los violines modernos proyectaban mejor que los de Stradivari, ya fueran escuchados con o sin orquesta; en cuanto a preferencias personales, los nuevos violines eran generalmente preferidos por los oyentes, y en general no fueron capaces de distinguir cuando el instrumento era antiguo o moderno. El violín mejor valorado en proyección fue considerado también el de más potente sonido al oído de los intérpretes, y en promedio, los violines que eran más tenues para el intérprete fueron calificados también como con menor proyección por la audiencia.
No es la primera vez que se hacen pruebas entre violines de la edad de oro de Cremona y buenos violines modernos, pero esta vez parece que han intentado eludir objeciones que se plantearon en los anteriores test, como que las pruebas no fueron realizadas en condiciones de concierto.
Un dato me ha llamado la atención: entre los intérpretes participantes, los hay que tocan normalmente con instrumentos antiguos y otros con instrumentos modernos. Los que eligieron como preferido un violín antiguo también tocaban un violín antiguo habitualmente. Ninguno de los que poseen un violín moderno eligió uno antiguo como favorito:
Intérprete | Violín que posee | Violín preferido |
Ilya Kaler | Nuevo | Nuevo |
Yi-Jia Susanne Hou | Antiguo | Nuevo |
Tatsuki Narita | Antiguo | Antiguo |
Giora Schmidt | Nuevo | Nuevo |
Solenne Paidessi | Antiguo | Antiguo |
Elmar Oliveira | Nuevo | Nuevo |
Marie-Annick Nicolas | Nuevo | Nuevo |
¿Afectará esto a la burbuja de los instrumentos antiguos? probablemente no, porque, aunque el mito de Stradivari parece irse desinflando prueba a prueba, el hecho de que sigan siendo ejemplares únicos e históricos les dota de un valor independientemente de que tengan o no un sonido inigualable.
Pero sí que puede servir para valorar más el trabajo de los artesanos que día a día aún se atreven a construir violines desde cero, sin que se los valore el increíble trabajo y esfuerzo que emplean.
Y ahora os estaréis preguntando ¿y quiénes son los autores que crearon los violines de la prueba? Pues no se ha hecho saber; ya en anteriores pruebas los luthieres participaron bajo la condición de que nunca se difundiría su participación, y de hecho en realidad los que finalmente sonaron fueron solo una selección de entre un número mayor de instrumentos que habían sido aportados por diversos artesanos de prestigio.
Obviamente saber qué violín fue el más valorado sería una publicidad impagable para su autor, pero creo que nos quedaremos sin saberlo, al menos durante bastante tiempo.
Artículo editado para incluir la interesantísima respuesta de Vengerov:
«Queridos amigos, me gustaría añadir algo:
Tenía 10 años cuando toqué por primera vez un Strad. Fue en 1984, cuando estaba preparándome para la Junior Wieniawski Competition. Mi profesor en aquel entonces, Bron, me ayudó a conseguir un Stradivari de una colección de instrumentos especiales de la Unión Soviética. Era un ejemplar único porque era un Stradivarius de 1/2. Cuando cogí el instrumento la primera vez imaginé que sentiría como una ola de magia, y comenzaría a producir sonidos milagrosos. Al minuto siguiente, no podía creer lo que mis oídos captaban, de lo terrible que sonaba comparado con mi moderno instrumento que ya dominaba en aquel entonces. Comparé ambos instrumentos tocando la misma pieza una y otra vez frente a mi padre, buscando su corroboración de que la fama de Stradivari era sólo un mito.
Mi padre trabajaba de oboísta en la Novosibirsk Philarmonic Orchestra. Era también un afinador de pianos profesional. Le confesé mi absoluta decepción con el Strad. Él me sonrió y me aconsejó que no me decepcionara. «Sólo tienes que aprender a tocarlo, cierra los ojos, abre tus oídos y escucha los matices. Encuentra el sonido, tu propia voz en la Música, ese instrumento te enseñará todo lo que necesitas saber». Fue en aquel momento cuando comenzó mi vida en la Música.
Hoy puedo decir que he sido afortunado al haber tocad alrededor de cuarenta Strads y otros maravillosos instrumentos como Guarneri del Gesù.
Todos los violines de Stradivari que he tenido la suerte de tocar, todos y sin excepción eran un auténtico tesoro. No obstante hay un poco de trabajo detrás. Para empezar, necesitas un intérprete tan flexible que esté dispuesto a cambiar su técnica al tocar que estaba utilizando hasta ahora. Después, necesitas un extraordinario luthier que realice un ajuste perfecto -un ajuste del instrumento al gusto del intérprete. En otras palabras, es una sociedad, como un trío: violín, violinista y luthier. ¡Y es sólo entonces, cuando lo más interesante llega a la sala de conciertos! No es en los ensayos, la prueba definitiva, del instrumento y tu capacidad de tocarlo está esperándote junto a miles de espectadores cuando entras en la Sala de conciertos. Solo entonces comienza el verdadero trabajo.
La primera vez que toqué mi propio Strad, el «Kreutzer», me encontraba en Chicago, tocando con Rostropovich de director el concierto de violín de Shostakovitch. Tras el concierto, mi querido Slava me preguntó: «Maxim, ¿qué instrumento estás tocando?» le respondí orgulloso: «un Strad de 1710, ¡propiedad anteriormente del legendario Kreutzer!
Sin dudar ni un momento repuso: «¡Cámbialo!».
Me costó, a mí y a mis dos queridos luthieres Florian Leonhard y Nhum Tuch, alrededor de un año elevar este violín único a las más altas cumbres. El proceso fue una auténtica e increíble montaña rusa difícil de describir.
Cuando tocas un instrumento portentoso como los Guarneri del Gesu, puedes tocar como te plazca. El instrumento cumplirá tus sueños y expectativas respecto al sonido, proporcionándote dotes de gran intérprete. Pero son todos esos violines mágicos construidos por Antonio Stradivari que he llegado a conocer los que han hecho de mí el violinista flexible que soy ahora. Flexible porque sostienes el Strad, no lo tocas -él te enseña cómo hacerle cantar, te descubren la mágica paleta de colores y, aun más, cada día es un poco un instrumento diferente. Está vivo, es algo místico, como una persona. Strad es mi experiencia cambiante de la vida.»