Explicaba Dominique Hopenot, en su famoso libro «El violín interior» que, en su carrera profesional como violinista y pedagoga había conocido dos tipos de estudiantes de violín:
Por un lado se encuentran los intuitivos, los que trabajan siguiendo su instinto, sus sensaciones, sin pararse demasiado a pensar o racionalizar, esperando simplemente estar ese día «inspirados» o «en forma» y dejándose llevar por la emoción.
Por otro lado estaban los racionales, aquellos que racionalizan el proceso de aprendizaje y de interpretación de un instrumento mediante el análisis lo más objetivo posible de factores concretos y mensurables: buscan la perfección en una postura exacta, una almohadilla o barbada específica, un método, una falange en una posición adecuada, etc.
Pero ambos vivirían según Hopenot atrapados en una frustración ante algo que se les escapa.
¿No os recuerda esta situación a la fábula de los tres hermanos de Silvio Rodríguez?
Pero todos tendemos a alguna de estas actitudes. Y es que nuestro carácter debería casar con la forma en la que se nos enseña. A cada persona le gusta un tipo de práctica, de trabajo, y se siente cómodo con un acercamiento diferente a la música y al estudio. Alguien muy concienzudo y metódico no soporta carecer de unas guías, unas pautas seguras sobre las que construir sus aptitudes; por el contrario, una persona impulsiva y emocional probablemente se vea agobiado por un exceso de reglas, pautas y análisis que coarten sus impulsos y sus ganas de simplemente dejarse llevar. Y si no tenemos en cuenta esas tendencias naturales es cuando surgen los problemas ¿Acaso no hay infinidad de estudiantes que abandonan por, o bien no soportar el exceso de reglas o, en otros casos, por la ausencia de unas explicaciones detalladas sobre técnica?
Me han venido a la cabeza estas reflexiones a raíz de la lectura del trabajo que he estado leyendo estos últimos días: Biomecánica del violín, de Tomás Cunsolo.
De Tomás Cunsolo, profesor de violín, ya publiqué un artículo hace un tiempo en el que analizaba al detalle el vibrato de Vengerov. Por lo que le conozco, por haber seguido con interés su actividad, siempre ha sido un exhaustivo investigador y analizador de todos los factores, de todos los pequeños detalles que intervienen en la interpretación de violín. A menudo me llegaba a sorprender el nivel de profundidad en los análisis fisiológicos, la infatigable sistematización de cada músculo, movimiento, distancia o acción. Frente a cierta visión mística de los violinistas, poseídos y guiados por el genio la musa, Tomás Cunsolo nos muestra las cuestiones puramente racionales, con una minuciosidad de relojero.
Y es en el prefacio de la obra donde el autor explica el porqué de esa obsesión analítica. Quizás hasta podría considerarse spoiler lo que me dispongo a contar del libro así que, si prefieres no saber detalles mejor salta el siguiente párrafo.
Tomás Cunsolo vivía con una obsesión, una obsesión que le hacía creer que en sus dedos había algún tipo de deformidad que le impedía tocar bien el violín. Vivió muchos años con esta idea que le angustiaba y le hacía tocar con tensión y desazón hasta que un día un médico le diagnosticó trastorno obsesivo compulsivo, el famoso TOC, uno de cuyos síntomas es precisamente pensar que se posee una deformidad en uno de los miembros del cuerpo. A raíz de este descubrimiento, el autor se liberó de su complejo, al tiempo que aprovechó su tendencia al análisis obsesivo para «analizar exhaustivamente cada movimiento que se realiza al tocar el violín». Recurrió a expertos en anatomía y física, indagó e investigó, dejando fluir su obsesiva meticulosidad para desarrollar una teoría y una práctica del violín desarrollada desde cero con el único apoyo y guía del análisis científico.
«…deberíamos empezar a tratar el arte como una extensión de la ciencia, no sólo en lo que concierne al análisis de los sonidos sino también a la anatomía y la mecánica.»
De modo que de este planteamiento parte este trabajo, cuyo inicio incluye diagramas, músculos aductores, extensores, lumbricales, flexores, movimientos de supinación o pronación que pueden resultar abrumadores en un primer acercamiento.
Pero no hay que dejarse impresionar porque son sólo unas pocas páginas, aunque muy densas. Hay que reseñar este manual, aunque incluye sus propios ejercicios, está concebido para utilizarlo como preparación y en combinación y con el libro Estudios para violín, op. 8 de Otakar Ševcík, obra que se puede descargar libremente desde ISMLP, y si no, aquí abajo también lo podéis leer:
Shifthing the Position and Preparatory Scale Studies Op. 8
Otakar Ševcík
IMSLP24946-PMLP56027-Sevcik_-_Shifting_the_Position_and_Preparatory_Scale_Studies_Op8_violin
A partir de aquí se incluyen una buena cantidad de ejercicios muchos de ellos basados en trabajos de viejos conocidos de los estudiantes de violín como Dounis, Wholfhart, Galamian, Fischer y Auer. Ejercicios de inicio para cambios de cuerda que hay que afrontar solamente una vez hayamos interiorizado y estudiado exhaustivamente los movimientos correspondientes de los músculos de la mano explicados al inicio.
Conclusión
Para ser sinceros creo que no debería opinar sobre un método de aprendizaje sin haberlo realmente probado a conciencia. Pero confieso que no es posible en mi situación vital y creo que tampoco esta orientado a una persona mayor como yo que ya lleva muchos años tocando mal y sólo busca seguir pasándolo bien tocando con amigos y haciendo algunos eventos.
Pero sí lo recomiendo a diversos tipos de público: profesores que quieran buen tener material pedagógico y deseen saber rigurosamente que los consejos técnicos que dan son científicamente exactos; alumnos ambiciosos que no se conformen con las cuatro recetas sencillas de toda la vida y quieran profundizar en el porqué y el cómo (y que dominen al menos la primera posición); estudiosos e interesados como yo a los que les apasiona todo enfoque nuevo sobre la pedagogía del violín. Eso sí, es conveniente que estos materiales se desarrollen con supervisión o ayuda de un profesor.
A todos ellos creo que les será útil este nuevo trabajo, un primer volumen al que, imagino, seguirán otros orientados a otras cuestiones técnicas de la interpretación del violín.
Y es que hay que tener en cuenta que en este volumen se trata solamente el brazo y mano izquierdos. Pero tocar el violín es una actividad que inmiscuye el cuerpo entero, un cuerpo que debe estar en armonía y equilibrio en toda su extensión, desde los pies a la cabeza, de tal manera que no hay movimiento en una parte del cuerpo que no repercuta en otra.
Por eso, y conociendo al autor, estoy seguro de que vendrán más capítulos de esta investigación: por supuesto el brazo derecho y la sujeción del arco, pero también el cuello y los hombros, la columna, cómo asentarse en el suelo, la relajación, las dinámicas corporales y equilibrio general, etc.
Estaremos atentos para hacernos con sus siguientes trabajos.
El libro se podía comprar en físico en la Editorial de Música Boileau, en su tienda de Barcelona, o bien comprad la partitura para descargar en ePartituras.