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Alternativas a los dos grandes maestros cremoneses del 1.700
Nosotros consideramos a Antonio Stradivari como el más grande constructor de la historia de la lutheria. Aunque Giuseppe Guarneri del Gesù, a pesar de su corta carrera, ha sido equiparado con él y dejó sobradamente plasmada su genialidad, compartiendo popularidad y apreciación entre los grandes solistas. Pero, claro, estos violines no están al alcance de todos los concertistas, en primer lugar por su elevado precio y en segundo lugar porque su número es limitado y su antigüedad les confiere cierta fragilidad, lo que hace que muchos de ellos se vayan retirando de los circuitos de conciertos para engrosar las grandes colecciones, donde es primordial que su estado de conservación sea el mejor posible. Por esta razón muchos solistas optan por la elección de violines de otros autores para sus conciertos. A veces, las propias capacidades de los intérpretes suplen las inevitables diferencias entre unos y otros y el resultado final es plenamente satisfactorio. Podemos afirmar que la escuela cremonense de 1700 es la cuna de una gran cantidad de famosos luthiers, que trabajaron al estilo de los grandes maestros y que constituyen un importante foco, referente histórico en lutheria. Hay muchos otros luthiers italianos que quedaron inmersos en esta corriente estilística y que no trabajaron en Cremona.
Turín
Atendiendo a su distribución geográfica podemos dividir el mapa de Italia en tres grandes regiones que vieron nacer a muy importantes constructores. Norte, Centro y Sur. El norte aglutinó la inmensa mayoría, probablemente favorecido por la proximidad de Cremona. Muchas ciudades albergaron importantes constructores; Turín, Milán, Génova, Verona, Parma, Bolonia, Padua, Venecia. Todas ellas, y algunas más, configuraron el gran cinturón de la zona norte de la lutheria italiana del XVIII. De todas ellas podemos destacar la ciudad de Turín, no tanto por su cantidad de luthiers si no por la capital importancia de uno de ellos: Johannes Baptista Guadagnini (1711-1786), miembro de una importante y extensa familia de constructores. Trabajó en Piazencia, Milán, Parma y Turín, pero fue en esta última ciudad donde vivió y trabajó hasta su muerte y donde produjo importantes violines y violonchelos. Este autor puede ser considerado el tercero en importancia junto con los famosos Stradivari y Guarneri. Muchos concertistas utilizan sus violines con gran éxito. Y aunque sus cotizaciones actuales son también muy altas, son sensiblemente más bajas que los dos anteriores. Lo que sí es cierto es que el sonido de sus instrumentos alcanzan un altísimo nivel y son una verdadera opción. Su estilo es nítidamente cercano al de Stradivari, y su sonido también. Pensamos que es el luthier que más se ha acercado al gran maestro.
https://www.christies.com/lotfinder/Lot/giovanni-baptista-guadagnini-a-violin-piacenza-circa-5426988-details.aspx
En Turín también se estableció otro importante constructor, Giovanni Francesco Pressenda (1777-1854) que, aunque pertenece a una época mucho más tardía, puede ser incluido en la corriente estilística de los italianos procedentes de la escuela cremonense. Su modelo es muy cercano a los de Stradivari, igual que su precedente en esta ciudad, Guadagnini, y ambos quedaron plenamente reconocidos en estos modelos.
Milán
Trasladándonos a la ciudad de Milán, encontramos un importante luthier, Giovanni Grancino (1637-1709). Destacado también fue Carlo Ferdinando Landolphi (1714-1784), nacido y establecido en Milán.
Venecia
Otro foco importantísimo fue la ciudad de Venecia. Y con una tradición muy antigua. Los luthiers más antiguos de esta escuela veneciana estaban muy influenciados por los modelos de Amati y del mismo Jacob Stainer, del Tirol. Los primeros integrantes de esta región son de origen alemán. Martinus Kaiser (1642-1695) es considerado el primero en instalarse como luthier en Venecia. Sin embargo, el que es considerado como verdadero fundador de esta escuela es Matteo Goffriller (1659-1742) Tanto los modelos del primero como los de Goffriller son netamente “amatizados” y aunque los violines de éste último son muy apreciados, se quedan ligeramente detrás del rendimiento de aquellos tres grandes, ya nombrados. Sin embargo, alcanzó gran importancia en la construcción de violonchelos, que son muy apreciados por violonchelistas actuales. Nuestro afamado Pablo Casals tocó con uno de ellos la mayor parte de su vida. Como hemos dicho, su estilo, con curvaturas muy ondulantes y suaves proporcionan un excelente sonido, con calidad y timbre, algo oscuro, y no tan potente.
Más tarde nutrieron esta importante zona famosos constructores, como Domenico Montagnana, Sanctus Seraphin, Francesco Gobetti, Carlo Tononi, y alguno más que encumbraron enormemente la fama de la ciudad de Venecia como cuna de grandes luthiers. Especialmente transcendente fue la figura de Petrus Guarneri (1695-1762), miembro de la famosa familia Guarneri, de Cremona, que se trasladó a Venecia en 1717, aportando el estilo cremonense, que fue rápidamente asimilado por todos los demás. Ya con este estilo vigente, el sonido de sus instrumentos ganó en vigor y tímbrica, y todos los autores nombrados antes, junto con el mismo Petrus Guarneri entran a formar parte de esa legión de buenos constructores de violines y que son utilizados por muchos solistas internacionales. Como ya hemos mencionado antes, especialmente apreciados son los violonchelos de Matteo Goffriller, que junto con los que construyó Domenico Montagnana, son, hoy día, elegidos por los grandes solistas, incluso compartiendo preferencias con los que construyó Stradivari.
Cremona
Y, naturalmente, no podemos olvidarnos de la enorme cantidad de luthiers que se afincaron en la ciudad de Cremona, que construyeron bajo las influencias de Stradivari y Guarneri, y que configuran la genuina escuela cremonesa de 1700, que ya podemos reconocerla, por su extensión, como la enorme escuela italiana del siglo XVIII.
Por antigüedad y longevidad de la saga familiar podemos decir que los verdaderos artífices de la creación de la escuela italiana fue la familia Amati, de la que ya hemos ido nombrando algunos de sus miembros. Ellos, por su enorme importancia, se acreditan para justificar un extenso tratado. Pero ahora nos basta decir que estuvieron trabajando durante más de un siglo, que su fundador, Andrea Amati (1505-1577), es considerado el “padre” del violín en su concepto actual, y que el último de la familia, Nicolás Amati (1596-1684) fue el maestro de Stradivari.
Hay importante nombres que suenan con fuerza en el elenco de violines que se tocan en las salas de concierto y que fueron construidos en la ciudad de Cremona. Los propios componentes de la familia Guarneri, encabezados por el ya nombrado Andrea Guarneri (1626-1698), Pietro Giovanni Guarneri (1655-1720), que se estableció en Mantua, Giuseppe Giovani Baptista Guarneri, que se trasladó a Venecia, y el ya conocido, Bartolomeo Giuseppe Guarneri del Gesù (1698-1744). Otros que alcanzaron una importante estimación en esta ciudad fueron, Carlo Bergonzi (1683-1747) y los hermanos Francesco y Vincenzo Ruggieri. El primero de ellos, nacido en 1628, fallecido en 1698, trabajó al estilo Amati, como es lógico, y su hermano (1663-1719), ya coetáneo con Stradivari, se vio influido por su estilo. Hay muchos otros, de gran importancia, que también son utilizados por los solistas. Uno de ellos, Lorenzo Storioni (1744-1816) es considerado uno de los últimos luthiers de esta corriente que tan larga trayectoria se produjo en Cremona.
Roma
Otra ciudad que albergó importantes luthiers es Roma, en el centro del territorio italiano. Podemos destacar algunos que trabajaron es esta ciudad. David Tecchler, nacido en Alemania en 1666, llegó a Roma sobre 1720, y allí se instaló, alcanzando gran fama, construyendo buenos violines e importantes violonchelos. Otro renombrado luthier que trabajó en Roma, años más tarde, con mucha apreciación también por su trabajo, Giovanni Maria Valenzano (1750-1830). Y, acompañando a estos, cabe resaltar también la figura de Domenico Michele Platner (1684-1752), que se cree fue alumno de David Tecchler, aunque mientras que el estilo de este último es muy cremonense, el de Platner está más en la línea del trabajo alemán del Tirol. Ello es suficiente como para que su sonido se vea en una consideración de rango algo inferior.
Nápoles
Y, ya en sur, en concreto en la ciudad de Nápoles, surge una importante familia de constructores, los Gagliano, que construyen muchos y variados instrumentos de marcado estilo cremonense. Alexandro fue el fundador, y le continuaron sus hijos, Nicolás y Gennaro, y sus nietos, Ferdinando, Giuseppe, Antonio I y Giovanni, quien tuvo, a su vez, tres hijos, Nicolas II, Rafaelle y Antonio II, abarcando, entre todos un periodo como constructores que va desde principios del siglo XVIII hasta mediados del XIX. A ellos les corresponde el mérito de asentar lo que conoce como escuela napolitana.
Esta extensa lista de luthiers, que obviamente podría contener muchos más, que trabajaron en Italia en el siglo XVIII, y principios del XIX, lo hicieron bajo los modelos indiscutibles de los grandes maestros de 1700. Pero es importante que resaltemos que cada uno de ellos generó un estilo propio y particular. Las diferencias se van estableciendo en las sucesivas transmisiones de maestros a sus alumnos. No podemos olvidar que se trata de personas que han vivido y trabajado en el siglo XVIII, cuando las comunicaciones entre diferentes regiones eran largas y complicadas. Es impensable que todos pudieran ir a la ciudad de Cremona a hacer su aprendizaje, y éste se realizaba con el maestro más próximo, que, a su vez, había sido instruido por otro anterior. Ello va motivando desviaciones de los modelos originales, que van heredando los que se incorporan al aprendizaje. Así se van creando tendencias y estilos locales, todos ellos basados en los antiguos pero ya con importantes improntas personales. Solo en pocas ocasiones, alguno de ellos tenía acceso a la contemplación de genuinos cremonenses, lo que les permitía asimilar directamente sus formas y estilos. Un ejemplo muy gratificante y cercano lo encontramos en un luthier español de gran relevancia en el siglo XVIII. Hablamos de José Contreras, “el granadino”. Nacido en Granada, en 1710, se trasladó a Madrid para establecerse, y eso le permitió conocer los muchos e importantes instrumentos que había en la colección de la corte. La cercanía con violines Stradivarius, Amati y Stainer le facilitaron asimilar sus estilos y pronto los incorporó a los suyos propios. Sus violines se codean con afamados italianos de primer nivel.
Todos estos constructores nombrados y muchos otros que se quedan en el tintero son dignas alternativas a los afamados Stradivarius, Guarnerius y Guadagnini. Con precios mucho más asequibles y con rendimientos más que notables. No es de extrañar que ya en los siglos XIX y XX, sus herederos y seguidores sigan sus pasos y encontremos muchos y buenos constructores en Italia.
París
Hablaremos ahora de otra trascendental escuela de luthería. Es la que se inició, más o menos, a finales del siglo XVIII, en Paris. Es una escuela de gran importancia por su notable influencia en toda Europa en el XIX. No cabe duda que representa una alternativa a los italianos. Ya vimos anteriormente que su máximo representante fue Jean Baptiste Vuillaume, que nació en 1798, en una localidad francesa llamada Mirecourt, y llega a París en 1818 para iniciar su larga y fructífera carrera como maestro luthier.
La corriente estilística que llegó de Italia, de los modelos Stradivarius y Guarnerius fue rápidamente asimilada y cambió radicalmente la mentalidad de los constructores franceses. En el siglo XVIII estaba muy asentado en París el modelo de los clásicos italianos anteriores a Stradivari. Eran instrumentos muy afines a los Amati. Aunque con importantes desviaciones técnicas, que ahora no procede explicar, que les hacía ser muy aptos para música con pocas exigencias en materia de potencia pero muy adecuados para música de cámara y grupos reducidos. Eran conocidos por el nombre de “Viejo Paris”. Pero la poderosa influencia de los modelos italianos de 1700, de Stradivari y Guarneri, produjo una revolución en esta localidad, a finales del siglo XVIII, desbancando aquellos modelos tan tradicionales. En un periodo de tiempo corto, quizá 20 ó 30 años, se instaló un nuevo modo de construir que ya se quedó como definitivo y generó el nacimiento de esta importante escuela francesa.
Nosotros mantenemos la teoría de que la influencia vino de la mano de una importante saga familiar de luthiers, los Lupot. Su más importante representante, Nicolás Lupot, que nació en Stuttgart, procedía de una familia de luthiers afincados en Orleans, donde su padre Francois trabajaba para el Gran Duque de Wirtemberg como luthier particular. Ya se reconoce la influencia del estilo italiano del 1700, aunque todavía no plenamente asimilado, y eso queda plasmado en las etiquetas que portan algunos de sus violines en los se acreditaba como “alumnus Guarneri” algo que muchos historiadores ponen en duda. El caso es que Nicolás Lupot, nacido en 1758, con una instrucción muy próxima a los modelos italianos, se traslada a Paris en 1794, para establecerse y acreditarse como uno de los más importantes constructores franceses. Cabe mencionar aquí que su hermano François se constituyó en un afamado constructor de arcos, que estuvo trabajando en el taller de Jean Baptiste Vuillaume, de quien hablaremos a continuación.
Mirecourt
Es pues nuestra teoría que los modelos italianos se asentaron en Paris con la llegada de este importante luthier, Nicolás Lupot. Pero quien consolidó de una manera definitiva el nuevo estilo de construcción fue Jean Baptiste Vuillaume. Nació en Mirecourt, zona muy famosa por su gran tradición y su gran abundancia de luthiers, y allí comenzó su aprendizaje en esta actividad. Se trasladó a Paris para completar dicho aprendizaje y allí se encontró con ese nuevo y atractivo modelo italiano, ya practicado por Lupot, que era muy entusiasta seguidor del estilo de Stradivarius. Sin embargo, Vuillaume se inclina más por los modelos de Guarneri del Gesù. Quizá se identificaba más con su estilo o con su sonoridad. El caso es que lo elige como propio, a pesar que por sus manos pasaban importantes violines de uno y de otro. Factor influyente fue, sin duda, el hecho que Paganini le solicitó una copia de su propio violin Guarnerius, “Il Canonne”.
Y además Vuillaume evoluciona sus formas a unos modelos de estilo menos comprometidos con las bóvedas de las tapas pero de excelente resultado sonoro. Su estilo, nítidamente influenciado por el de Guarneri del Gesù, cambia sustancialmente el concepto clásico italiano de bóvedas elevadas y de un compromiso estructural complicado. Incluso se tiende a prescindir del concepto de doble centro de curvatura para la tapa superior. El hecho de “aplanar” las curvaturas le proporciona una importante sonoridad pero pierde la capacidad de emitir sonidos tan bellos y con ese timbre tan “italiano”. El resultado es una respuesta vigorosa que funciona muy bien en salas no especialmente grandes. Cuando, por el contrario, el espacio se agranda es fundamental que el sonido contenga una cantidad de registros armónicos de gran amplitud, que son los responsables de la capacidad para llegar con nitidez hasta los lugares más distantes de la sala. Es bien conocido el efecto de instrumentos que causan un impacto sonoro muy fuerte en distancias cortas y luego se quedan escasos para ser oídos en las últimas filas del auditorio. Este nuevo concepto de sonoridad resulta de gran aceptación, y se ve favorecido por la destacada posición política y social que vive Francia en esos momentos, que le hace ser, en la práctica, la más importante potencia europea. Estos cambios técnicos, que afectan de manera importante al resultado tímbrico del sonido, le sitúan en una posición ligeramente inferior frente a los magistrales sonidos italianos clásicos.
Por simplificar podemos decir que el sonido francés parece muy potente al que toca y no tanto a los escuchantes a larga distancia. Esto relega a un segundo plano las preferencias de los solistas cuando pueden permitirse escoger entre los grandes italianos o los de Vuillaume. Pero, claro, el precio vuelve a ser determinante, ya que les distancian unas diferencias enormes en sus cotizaciones. El precio actual de un Stradivarius o un Guarnerius puede multiplicar por diez, o más, el valor de mercado de un Vuillaume.
Conclusiones
Hasta aquí una extensa, aunque incompleta, relación de importantes luthiers que han trabajado en la construcción de instrumentos de muy alto nivel y que son aptos para ser usados con plenas garantías en las salas de concierto.
Podríamos dedicar aquí una sucinta referencia a muchos luthiers que han construido sus instrumentos bajo la influencia de unos y otros. Por la totalidad del territorio europeo, y muchos puntos del norteamericano. Incluso me atrevería a asegurar que con mayor preferencia por el estilo francés del siglo XIX. Es comprensible que un modelo que tiene menos exigencias técnicas y da buenos resultados en lo que se refiere a su sonoridad sea mirado con agrado para aquellos que no desean meterse en el complejo mundo de la concepción italiana de construcción de la escuela cremonense clásica.
La legión de luthiers italianos, franceses, ingleses, alemanes, españoles, americanos y otros muchos forman una lista que sería interminable, y han dejado un legado de magníficos instrumentos que también constituyen una digna alternativa a los grandes maestros de antaño y a los que continuaron su huella, formando, entre todos, una enorme oferta a los ojos de los músicos profesionales que desean adquirir un buen instrumento y no disponen de un enorme potencial económico.
Artículo original: Fernando Solar facebook
Todos los capítulos:
- Capítulo 1 Una historia de la luthería (I Parte)
- Capítulo 2 Una historia de la luthería, 2º parte: El estilo de construcción clásico cremonense
- Capítulo 3 Una historia de la luthería, 3º parte: alternativas a los dos grandes clásicos cremoneses de 1700
- Capítulo 4 Una historia de la luthería, 4º Parte: los siglos XIX y XX
- Capítulo 5 Una historia de la luthería, 5ª Parte: Construcción al estilo clásico cremonense de 1700
- Capítulo 6 Una historia de la luthería, 6ª parte: Construcción al estilo cremonense de 1700; el barniz